Estas letras podrían ser más formales, pero me temo que no lo van a ser. Estoy escribiendo directamente desde mi corazón al cerebro. Es domingo por la mañana y estoy de pie en la cocina dirigiéndome a preparar el desayuno para toda la familia, una cosa la tengo clara, ¡es hora de disfrutar del momento! A ver, esta es una frase que la digo siempre, no sólo los domingos por la mañana pero creo que en esta ocasión, encaja bien para la historia que estoy contando.


Que diferente es entrar en la cocina a preparar el desayuno de entrar en la cocina a preparar un desayuno que nos ayude a disfrutar del momento. La diferencia entre una y la otra es, el Propósito. Mi cabeza y mi cuerpo consiguen iniciar un baile sincronizado donde el tiempo se para y sólo hay “flow” como se dice en el mundo artístico. Ese “flow” se convierte en una melodía armonizada que provoca que todos los movimientos estén coordinados y, sin darte cuenta, generando un resultado emocionante. Si, emocionante. A lo mejor me paso, pero como decía, el mensaje está siendo deletreado desde el corazón y es ahí donde nacen estas cosas de la emoción.

El punto del pan tostado, la textura del tomate rallado, la unión con la cantidad justa de AOVE y su sal en escamas para generar esa joya puesta en el plato, el placer visual del rojo rubí del tomate extendido en el pan, el oro del aceite del oliva virgen engarzando la piedra preciosa y esos destellos provocados por la pureza de la piedra que se generan con el brillo de la sal en escamas por encima.


A simple vista una simple tostada con tomate, no te voy a engañar, pero mi corazón manda ese mensaje y obliga a mi cerebro a guardar esa imagen, un rubí de gran tamaño, destelleante, engarzado en oro y puesto en una bandeja de plata. Sentado en la mesa, con el café en la mano y, disfrutando con los mensajes que están trasmitiendo mis seis sentidos como locos a mi cerebro, consigo elevarme y transportarme a un lugar donde lo cotidiano se vuelve especial y donde lo terrenal se vuelve celestial.


Es por este motivo que mientras me bebo el café pienso en como cambia el resultado de las cosas que hacemos cuando visualizamos el final y ese final nos emociona, levanta la sonrisa hasta que toca con la mejilla y notas como los ojos se relajan, se esconden y empiezas a imaginar el resultado, si, si, cómo estarás tú y cómo estarán los demás, te “engorilas” y mueres por empezar.


En nuestro día a día seguramente descubramos un montón de iniciativas que podrían ser diferente simplemente dedicándole un minuto a cerrar los ojos y visualizar el final, imaginar cómo sería el resultado. Construir una foto, una imagen que remarquen señales o puntos críticos que te ayuden a marcar el camino de la gloría, la felicidad y el buen hacer. Esos puntos clave que te ayudan a priorizar y detectar las líneas rojas que actúan como la “estrella polar” que guía el camino al peregrino. Una estrella física y una no tan física, quizás más emocional. Cada viaje tiene que tener un destino y una motivación, y juntos consiguen proporcionarte las ayudas necesarias a tu día a día para que una actividad se convierta en una auténtica experiencia.


Siempre digo, que si a una tarea la sumas una emoción, el resultado será siempre una experiencia. ¿Que hay más bonito, emocionante y motivador que alguien pensando en ti a la hora de hacer una tarea? Y lo más importante, ¿y si ese alguien eres tu y piensas en ti también como cliente? El resultado es plenitud. El propósito se convierte en ha la herramienta perfecta para conseguir la plenitud a través del desarrollo consciente.




Chema Maroto,  2022